“Sentí la necesidad de reducir mi medicación”
Desde que en 2006 mi neurólogo me diagnosticó Parkinson, tanto yo como mis seres queridos comenzamos a sufrir las consecuencias de esta enfermedad.
No podía controlar los movimientos de mi cabeza, ni vocalizar correctamente, me atragantaba con la comida… y, mientras, en mi familia crecía la ansiedad al verme tan decaída y deprimida.
Fue mi hijo el mayor quien, a través de Internet, dio con esta alternativa de la aguja permanente que no entrañaba ningún riesgo ni implicaba ningún tipo de operación.
Nos decidimos a probar el tratamiento y, tras los implantes, me sentí muy bien. Lo más sorprendente fue que automáticamente cambie de cara. Antes la sentía adormecida y ahora encontraba todo normal. Hasta me tomaba fotos para compararlas con mi gesto anterior.
También las consecuencias en el habla fueron inmediatas; antes no podía pronunciar bien, no terminaba las palabras, y eso también mejoró al momento. Me encontraba tan recuperada que sentí la necesidad de reducir mi medicación y sustituí la toma de media pastilla por un cuarto, tomando así en total una sola pastilla al día dividida en cuatro tomas.
Tenía la sensación de que lo que estaba tomando me causaba otros estragos como el descontrol en mis movimientos. La cabeza, concretamente, se balanceaba de izquierda a derecha involuntariamente. Todo esto cesó cuando me realizaron los implantes y reduje la medicación.
Mis amigos me preguntaban que qué me había pasado, también en el banco y en la parroquia… Una señora con la que coincido en misa, se acercó incluso y me dijo “Te veo muy bien, te veo distinta”. Todo el mundo se alegró de verme feliz.
Recientemente, me he hecho un refuerzo de mis implantes y no dejo de recomendarlo a todo el mundo que padezca esta enfermedad.