La motricidad fina es una capacidad que toda persona requiere desarrollar para disfrutar de la vida con plena autonomía. Su merma supone uno de los principales síntomas y complicaciones de la enfermedad de Parkinson. Por ello, hoy desde Centro de Medicina Neuro-Regenerativa nos interesa que conozca cómo esta patología puede afectar a las acciones de esta motricidad específica de los pacientes.
Aparte de analizar cómo afecta este inconveniente concreto en el día a día de un enfermo de Parkinson, ofreceremos consejos para mitigar sus consecuencias. Le invitamos a que siga con atención lo que queremos mostrarle al respecto.
¿Qué son los ejercicios de motricidad fina?
En primer lugar, hemos de señalar que esta motricidad depende del sistema nervioso central e involucra a las contracciones de los músculos. En concreto, se materializa en la coordinación de los nervios, los huesos y los músculos y posibilita la ejecución de movimientos caracterizados por su especificidad y precisión.
Se trata de un complemento natural de la motricidad gruesa, la cual se desarrolla desde la etapa de bebé y supone la realización coordinada de movimientos más amplios que los que hemos comentado con anterioridad. La motricidad que nos ocupa en este texto empieza a tomar forma a lo largo de la primera niñez, es decir, entre los 3 y 5 años.
Sin embargo, ¿en qué consiste exactamente? Lo primero que merece su atención es que este desempeño depende de tres capacidades esenciales. Nos referimos a coordinar los movimientos, a imprimir fuerza mediante los músculos y a captar sensaciones a través del sentido del tacto.
¿Sabe cómo se sustancian los movimientos propios de esta clase de movilidad? Son los relacionados con la coordinación entre los ojos y las manos. Destacamos algunos que llevamos a cabo a diario en numerosas acciones cotidianas. Por ejemplo, anudarnos los cordones de los zapatos, hacer gestos con los dedos o abrocharnos una cremallera.
¿En qué pueden ayudar los ejercicios de motricidad fina a un enfermo de Parkinson?
La implementación de ejercicios de motricidad fina comporta beneficios significativos para quienes sufren esta enfermedad neurodegenerativa. Tenga en cuenta que, precisamente, inciden en las habilidades motoras que se ven limitadas por las disfunciones características de la enfermedad de Parkinson. Tome nota de las ventajas que implica llevar a cabo estos ejercicios:
- Disminución de la rigidez. Se trata de destensar la musculatura con el fin de inhibir las contracciones que vuelven más complicados los movimientos.
- Control de los temblores. Los temblores son uno de los síntomas más evidentes del cuadro del Parkinson. No en vano, están presentes en más de la mitad de los afectados. Por lo general, empiezan en una mano (más concretamente, en los dedos) y se extienden al resto del cuerpo. Por consiguiente, trabajar la precisión en las extremidades superiores contribuirá al mantenimiento de una mayor funcionalidad durante más tiempo.
- Mejoría de la coordinación. La coordinación se ve mermada por disfunciones como las que le hemos desgranado antes. Por ello, seguir entrenándola no solo va a retrasar las dificultades, sino que acelerará la recuperación de ciertas aptitudes.
- Mantenimiento de la fuerza de los músculos. Para que los problemas anteriores no mermen la calidad de vida conviene no perder masa muscular. El robustecimiento de los músculos más pequeños favorece que se sigan pudiendo realizar correctamente acciones indispensables de la cotidianidad.
- Crecimiento de la autoestima. Aparte de que hacer ejercicio físico contribuye a liberar hormonas relacionadas con la sensación de felicidad, desempeñarse con la máxima autonomía ayuda a los enfermos de Parkinson a experimentar un estado de ánimo más positivo.
¿Qué ejercicios se pueden realizar?
Por último, vamos a repasar algunos ejercicios de motricidad fina específicos para quienes desean mitigar los efectos de esta patología. Le informamos de que todos ellos son perfectamente compatibles con nuestro tratamiento alternativo de la enfermedad.
La repetición de acciones cotidianas (abrochar, colgar y descolgar, atar y desatar, etc.) como las que le hemos presentado en el primer apartado, resultan especialmente útiles para apreciar mejorías.
Pero existen ejercicios todavía más adaptados para los pacientes con Parkinson. Uno de ellos es hacer deslizar y desplazar un lapicero, dibujando distintas figuras, entre los dedos de la mano.
Introducir formas geométricas en espacios o completar puzles, además de otros ejercicios de motricidad fina con juguetes infantiles, vienen bien para preservar las habilidades motoras básicas.
Por último, es posible diseñar todo tipo de actividades con un fin creativo. Desde recortar figuras a dibujar patrones, pasando por pegar y despegar adhesivos.
En definitiva, la motricidad fina es una capacidad determinante con el objetivo de llevar a cabo acciones indispensables para nuestro bienestar. Un enfermo de Parkinson debe procurar potenciarla, mediante ejercicios como los que hemos sugerido, para que su calidad de vida se resienta lo menos posible.
Si le ha interesado este artículo, quizás le guste leer: